jueves, 7 de marzo de 2013

Homo Ludens



"El juego oprime y libera, el juego arrebata, electriza, hechiza."
Johan Huizinga, "Homo Ludens"

En la ciudad holandesa de Groningen, en el invierno de 1875, nació Johan Huizinga, uno de los más eminentes historiadores del ya viejo siglo XX. Escritor magnífico y apasionado investigador de las pautas culturales del pasado, nos legó dos obras fundamentales para discernir mejor el espíritu del hombre desde el conocimiento de su propia historia. Dichas obras, “El otoño de la Edad Media” y “Homo ludens”, son ya parte fundamental del patrimonio cultural de occidente.

En “Homo ludens”, ensayo escrito en 1938, Huizinga centraba su mirada en el juego como un fenómeno cultural cuya función para el hombre es tan importante como la reflexión y el trabajo. Según Huizinga el juego es una fuerza generadora de civilización. El hombre es hombre porque juega y porque necesita jugar. El juego es un maravilloso reflejo de la capacidad creativa del ser humano. 

Cuando somos niños todos jugamos a ser quienes no somos. Interpretamos roles de forma inocente y, a través de esa interpretación, nos formamos como personas. En esos juegos tradicionales de policías y ladrones, vaqueros e indios, princesas y caballeros… volcamos nuestra inmensa y fabulosa capacidad de imaginar y aprendemos valiosas lecciones para la vida adulta. Por lo general llegados a la etapa adulta dejamos de jugar de forma colectiva a dichos juegos, aunque la inmensa mayoría seguimos haciéndolo en la soledad de nuestras propias cabezas. Quien más y quien menos fabula constantemente con su vida, con las elecciones que no tomó y sus posibles consecuencias. Todos, en nuestro subconsciente, seguimos deseando ser ese Elegido presente en el Viaje del Héroe. Esta es la principal razón por la que las historias clásicas siguen seduciendo nuestra imaginación.

Sin embargo al llegar a la vida adulta por lo general sancionamos el uso de la imaginación como elemento primordial del juego y lo circunscribimos a la infancia. Afortunadamente esta no es una regla universal. 


En enero de 1974, una diminuta editorial estadounidense llamada “Tactical Studies Rules”, TSR, publicaba el primer juego de rol de la historia. Creado por Gary Gigax y Dave Anderson, dos treintañeros aficionados a los juegos de estrategia, nacía el archiconocido “Dungeons & Dragons” (quien desee ampliar información les recomiendo encarecidamente visitar esta bitácora). Ese básico manual de juego supuso un pistoletazo de salida para toda una afición que, casi cuarenta años después de su creación, sigue gozando de una salud envidiable. Y es que los juegos de rol son, sin ningún género de duda, uno de los hobbies más creativos que existen. 

Llevo más de cuarto de siglo jugando al rol, dirigiendo partidas, desarrollando juegos para muy diversos fines, y en ese largo tiempo de experiencia no he conocido jamás a nadie que una vez que ha jugado no haya repetido. Y esto es, entre otras muchas cosas, porque un juego de rol es una actividad que combina de forma perfecta la narración y la interpretación. El director de juego, también llamado narrador, hace una propuesta narrativa a sus jugadores, y estos con su interpretación y sus decisiones participan de forma activa en la creación de una historia. Jugar al rol es jugar a imaginar, a contar historias en grupo. Es volver a jugar a policías y ladrones, a intrépidos arqueólogos, a magos y caballeros. Es vivir esas vidas que todos soñamos vivir.

En ShotWords, como narradores, no podemos dejar de lado el componente lúdico. El juego, como bien definió Huizinga, es parte del patrimonio cultural humano. Y los juegos de rol, tan intrínsecamente relacionados con la literatura, han de ocupar un espacio en este proyecto que estamos desarrollando. En próximas entregas de esta bitácora procuraremos mostrar todas aquellas facetas de los juegos de rol que a cualquier narrador  le pueden ser de utilidad.






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